HUELVA, 14 DE OCTUBRE 2024.

Ah, Pedro Sánchez, ese campeón de la honestidad y la transparencia, que siempre ha sido tan firme en su compromiso contra la corrupción... excepto cuando se trata de la suya. Porque, claro, no todos los casos de corrupción son iguales, ¿verdad? Algunos son más oportunos que otros para dejarlos pasar bajo el radar.
Vamos a ver, estamos ante un gobierno que parece haber convertido la corrupción en un deporte de alto rendimiento. Con ocho casos —¡ocho!— de corrupción rondando los pasillos de Moncloa, uno pensaría que Sánchez y su séquito estarían ofreciendo explicaciones. Pero no. Aquí estamos, viendo cómo el gobierno se sumerge en un clamoroso silencio que haría palidecer al mejor ventrílocuo.
El "Caso Ábalos", o cómo cobrar alquileres con mascarillas de regalo
Empecemos con el "Caso Ábalos". Resulta que nuestro querido exministro de Transportes, José Luis Ábalos, no solo era un crack en la gestión del transporte, sino también en gestionar regalitos, como el pago del alquiler de un chalé para su novia. ¡Qué considerado! Y todo, según parece, gracias a una trama de mascarillas durante la pandemia. Porque, en plena crisis sanitaria, ¿qué mejor momento para hacer un negocio sucio, verdad?
Pero, claro, Sánchez no sabía nada, ¿cómo iba a saberlo? Este hombre nunca se entera de nada, ni cuando las maletas llenas de dinero circulan alegremente en su gobierno. Y lo mejor es que la Fiscalía pide que el caso se lleve al Tribunal Supremo, porque Ábalos, como buen aforado, tiene una especie de “pase VIP” judicial. ¡Qué gran sistema el nuestro!
El rescate de Globalia: la carrera exprés de la ministra Calviño
Pero esperad, no todo es culpa de Ábalos. Aquí también tenemos a Nadia Calviño, la ministra que rescató a Air Europa con una rapidez digna de una película de acción. ¡475 millones de euros! ¿Qué son para el gobierno, unos millones más o menos? Chump change, como dirían los americanos. Y, por supuesto, todo esto bien gestionado por la trama de comisionistas, porque al parecer la pandemia no solo era un reto sanitario, sino una oportunidad de oro para ciertos negocios. Pedro Sánchez estaba en la reunión donde se coció todo esto, pero oye, seguro que tampoco se enteró de nada. Estaría distraído con sus selfies.
Las "maletas de Delcy", o cómo pasear dinero en primera clase
¿Recordáis cuando la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, se paseó por Barajas con maletas llenas de dinero? Ah, qué tiempos. Y ahí estaba Ábalos, como buen anfitrión, recibiéndola en su tour por España. Dinero aquí, dinero allá, y Sánchez, por supuesto, mirando hacia otro lado. ¿Por qué iba a importarle el pequeño detalle de que Delcy Rodríguez tenía prohibido pisar suelo europeo? Total, solo se trata de sanciones internacionales por violación de derechos humanos. ¡Minucias!
Y Begoña, siempre en el candelero
No podemos olvidarnos de la primera dama, Begoña Gómez, que también tiene su momento estelar. ¿Quién iba a pensar que dirigir una cátedra en la Universidad Complutense traería consigo acusaciones de tráfico de influencias? Pero oye, nada que ver, seguramente es solo envidia. Y no pasa nada, porque cuando te llaman a declarar, siempre puedes querellarte contra el juez, como ha hecho el equipo de Sánchez. Si no puedes con el delito, liquida al juez.
El "hermano incómodo" y las Bolsas en Ferraz
Y por si el cuadro no estaba lo suficientemente manchado, llega el "Caso Hermano". Al parecer, el hermano músico de Sánchez decidió que el fisco español era demasiado caro y se fue a vivir a Portugal, mientras conseguía un contrato con la Diputación de Badajoz, casualmente controlada por el PSOE. ¿Pero corrupción aquí? ¡Por favor! Solo un pequeño malentendido, como siempre.
Y para rematar la faena, nos enteramos de las famosas bolsas con dinero que acabaron en la sede de Ferraz. Sí, 90.000 euros, entregados en mano. Pero eso seguro que es una contribución voluntaria, ¿verdad? Como las de las bodas, pero a lo grande.
Conclusión: el arte de no saber nada
Lo más fascinante de todo esto es la cara de póker de Pedro Sánchez ante la avalancha de escándalos. Cualquiera diría que está viendo otra película, porque lo que es prestar atención a los problemas de corrupción de su propio gobierno, parece que no va con él. Su estrategia es clara: si no hablas de ello, igual se va. Y si alguien pregunta, siempre puedes decir que no sabías nada. Después de todo, la transparencia solo es para los discursos y las ruedas de prensa.
Pero los españoles no son tontos. Sabemos que, en el Gobierno de Sánchez, la transparencia es más bien como un cristal tintado. Ves algo, pero nunca lo suficiente. Y, mientras tanto, el circo sigue, con maletas de dinero, chalés para novias, mascarillas a precio de oro y ministros que no se enteran de nada... ¡Qué suerte la nuestra!
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