Al investigar, he descubierto que el enfado, ante una perdida, tiene muchos motivos. Sólo aporto tres.
HUELVA, 5 DE FEBRERO 2025.

Este fin de semana he vivido el duelo de la perdida de mi bufanda en el Paseo de la Ría y, felizmente, encontrada junto a un banco (imagen). ¿No sé por qué me ha pasado esto?. Quizá haya sido por las veces que me han preguntado en la calle por ello. Tanto, que había llegado a sentir frustración por mi falta de control de la bufanda, cuando la llevaba en el cuello.
Y me preguntaba: “¿Cómo pude ser tan descuidado?. ¿Cómo se puede perder un regalo de reyes tan preciado?. Pero, este complejo, o frustración, la superé a raíz de hablar con un amigo y compañero de clase, a quien después de contarle mi estado de ánimo por la “historia de la bufanda”, me dijo:
“Pedro, no te preocupes: ¿a quién no se la ha perdido nunca alguna cosa?. ¿No sé, por qué nos enfadamos tanto cuando perdemos algo?”.
Y le respondí: “Leopoldo, es una buena pregunta. Me acabas de dar la idea para escribir el BD de mañana”.
Al investigar, he descubierto que el enfado, ante una perdida, tiene muchos motivos. Sólo aporto tres.
En primer lugar, los objetos, aún sin valor económico, suelen están ligados a recuerdos, identidad o afectos. Una foto antigua, amarillenta, o un objeto insignificante pueden representar momentos, personas o etapas de la vida de un fuerte valor simbólico y emocional (bufanda). Perderlos implica perder un fragmento de la propia historia (regalo de reyes), lo que genera una sensación de vacío o duelo (como en el que estaba).
PRIORIZAR AQUELLO QUE NO SE PUEDE PERDER
En segundo lugar, perder algo, por pequeño que sea, activa una respuesta psicológica de frustración, vinculada a la falta de control.
En tercer lugar, muchos objetos son herramientas funcionales en la vida diaria (llaves, cargador, bolígrafo favorito…) y perderlo interrumpen nuestros planes. Nos obliga a invertir tiempo y energía en resolver el problema, lo que aumenta nuestro enfado o irritación.
Conclusión: La pregunta de mi amigo de la infancia me ha servido para reflexionar sobre el por qué nos enfadamos al perder algo, sin valor material importante.
Y tener más claro que los humanos no somos seres puramente racionales: nuestras emociones se alimentan de significados invisibles, memorias y expectativas.
El enfado nace de lo que representa, más que por su pérdida.
Reconocer esto, nos puede ayudar a gestionar mejor la frustración ante la pérdida de un objeto y a priorizar lo importante, a la persona.
Aquella que no se puede perder.
¡BUENOS DÍAS!
Comments