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Foto del escritorPedro Rodríguez

SERVIR DESDE EL CORAZÓN

HUELVA, 23 DE SEPTIEMBRE 2024.

Ayer, al despertarme, me encontré el movil abierto, con una frase en la pantalla: “Quien no es humilde no puede servir a los demás, porque busca su propia gloria” (San Agustín).


La frase me la enviaba mi amiga, Sor Ana, Convento de las Madres Agustinas, acompañada de una breve reflexión personal:

“La verdadera grandeza no se mide por lo que logramos, sino por lo que damos sin esperar nada a cambio. La humildad nos transforma, nos conecta con los demás y nos permite servir desde el corazón…”.


La frase me gustó. Me he preguntado muchas veces por qué las personas humildes son una minoría, mientras la soberbia y el deseo de sobresalir embarga a tanta gente.


El evangelio de ayer me dio la respuesta. “Mientras Jesus habla de su inminente pasión y muerte, los apóstoles se sumergen en una discusión sobre cuál de ellos debe ser el primero y el más grande…


Y al escucharlos, Jesús, les dice: “Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos…”.


Es llamativo que, cuando Jesus abre su corazón a sus cercanos sobre sus sentimientos (muerte y resurrección), los discípulos no le hagan ni caso y estén preocupados de sus asuntos personales y humanos, sobre quién era el primero y más importante de los doce.


¿QUÉ ACTITUDES SE PUEDE ESPERAR DE UNA SOCIEDAD SECULARIZADA?

Por lo tanto, si esto ocurría con los más próximos a Jesús, ¿qué actitudes se pueden esperar de una sociedad secularizada, tecnológica y soberbia, que cree no tener necesidad de Dios, ni de la religión, para poder funcionar bien en la vida…?.


Sin embargo, nadie puede discutir que la humildad es una de las virtudes más valorada por la sociedad actual y es la base de otras virtudes como la generosidad, el compromiso y la solidaridad.


La humildad, entendida como una cualidad opuesta a la soberbia, claro, no es señal de debilidad, timidez, ni temor, sino de capacidad para admitir las propias limitaciones, errores y saber de donde proviene nuestra fortaleza.


Se puede ser humilde, a la vez que audaz y valiente. Una persona humilde sabe sus capacidades y oportunidades, pero no busca, ni necesita, destacarse de los demás, ni presumir ante otros de sus éxitos y logros.


Termino: Si hace 2000 años, mientras Jesús hablaba de cosas importantes, los apóstoles no lo escuchaban y se dedicaban a discutir sobre algo tan terrenal como quien de los doce, era el primero y más importante.


En el siglo XXI, mi amiga, Sor Ana, tiene dificil convencer al personal de que: “el camino hacia la verdadera grandeza pasa por la humildad”.


Una virtud que nos conecta con los demás y nos permite servir desde el corazón.


¡BUENOS DÍAS!

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