EL VALOR DE ADAPTARSE
- Pedro Rodríguez

- 28 jul
- 2 Min. de lectura
El jueves pasado quedé a tomar un café con un amigo a quien la vida le ha golpeado fuerte: en el plazo de algo más de un mes has perdido a su esposa y a su hermano.
HUELVA, 28 DE JULIO DE 2025

Era la primera vez que lo veía en persona desde entonces y, cuando me dirigía a encontrarme con él, me preguntaba: “¿Cómo estará de ánimo…?”.
Lo encontré sereno, con la tristeza en los ojos, pero con una entereza y dignidad que me conmovía.
Estuvimos más de una hora hablando de la vida, de la gente, de cuando éramos jovenes y de lo frágil que es todo…
De cómo -cuando menos lo esperamos- la vida nos cambia los planes, nos desmonta las rutinas y nos quita, nos arranca, lo que más queremos. Y aún así, hay que seguir adelante.
El testimonio de mi amigo me ha hecho pensar en ese valor que, a veces, nos pasa desapercivido: la capacidad de adaptarse.
APRENDER A RESISTIR SIN PERDER LA ESPERANZA
Saber adecuarse a las circunstancias, sean buenas o dolorosas, no es rendirse ni hacerse el fuerte.
Es aceptar lo que te ha tocado, es recomenzar de nuevo, es dejar que el corazón, con el tiempo, se vaya amoldando paso a paso.
En los días buenos, adaptarse es vivir con gratitud. En los malos, es aprender a resistir sin perder la esperanza.
Quien sabe adaptarse no olvida, pero tampoco se encierra en si mismo.
No deja de sentir, pero no se deja arrastrar. Camina, a su ritmo, por la sendas nuevas que le ha tocado recorrer.
Y ahí está la verdadera fortaleza: en doblarse sin resquebrajarse, como esos árboles que saben bailar con el viento para seguir en pie.
Hoy, más que nunca, admiro a los que saben hacerlo.
Entre los cuales se encuentra mi amigo, al que la vida lo acaba de poner a prueba.
¡BUENOS DÍAS!









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