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  • Foto del escritorPaco Velasco

ÉL SABRÁ LO QUE HACE

HUELVA, 3 DE MAYO 2024.

Carrizosa, líder del último reducto de Ciudadanos, se ha referido al peligro que entraña el que Puigdemont retorne a la presidencia de la Generalitat. Sobra razón al veterano político. Sin embargo, le falta discurso. El fugado no deja de ser una contingencia que consolida la existencia de un daño. La destrucción del Estado no es una inminencia. Es una realidad. Un mal de ojos. Un delito borrado del código penal. Es la acción de desvirgar la ley principal de la nación española.


Es Sánchez, que no Puigdemont, quien, en palabras de Paul Auster, nos sume en “un profundo nihilismo, en la desesperación por el futuro y por ciertos aspectos del ser humano”. Ningún gobierno puede estar presidido por un “mamón”, en su acepción, malsonante, sí, pero de notable propiedad semántica, de individuo aprovechado e indeseable. La declaración del estado de alarma en la pandemia, en vez del de excepción, resume la magnitud del mamoneo.


NOTA. Nadie, sino un capullo integral, puede dividir a España en dos partes. Una, anticonstitucional, se bunkeriza como mayoría en el Congreso. Otra, más numerosa, se lame las heridas por la estafa electoral sufrida. La no presidencia de Puigdemont puede acarrear el final de la mantis que la auspició. Sánchez pretende regenerar las instituciones que él mismo ha degenerado. Ahora toca contemplar cómo la verdad es una espuma negra que se cuela por su boca…


…Y COROLARIO. Puigdemont no miente. Sánchez odia la verdad. Ambos están unidos por la resbaladiza pista de la ambición personal. Si el catalán no es amnistiado ni nombrado “president”, el otro perderá su trono.


RECORDATORIO. Por más que Salvador Illa gane las elecciones, rendirá la plaza de Sant Jaume al prófugo. Sí o sí.

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